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lunes, 15 de abril de 2013

''Relato sin título'' de Ángel (1ª Sesión, 25.01.13)

Para la primera sesión proponíamos escribir un relato de no más de una página sobre cada persona, a modo de presentación.


Mientras me dejaba conducir por los dos corpulentos policías que me habían sacado de mi celda, observaba la estancia con extrema atención. Había poca, muy poca gente. Ni siquiera estaban mis familiares más cercanos, ni mis amigos más íntimos. Había, eso sí, unas cuantas hileras de bancos, desgastados, añejos. La estancia entra en sí daba esa sensación de angustia, de carestía, de respeto. Por primera vez fue verdaderamente consciente de mi situación: me hallaba prisionero. Me dolían todos los huesos, todos los músculos. Lo único que se libraba de este suplicio era mi pelo, aunque lucía sucio y despeinado, como colgaría, piojoso y rojizo, el cabello de esos hombres leales, que si bien de los soldados más sucios y peor pagados, los mejores durante más de siglo y medio, lobos, vencedores al servicio de Su Majestad y de su Tercio. Tercio. Soldados. Historia; mi pasión. ¿Y mi libro? ¿Dónde está mi libro de Historia? Libro. Literatura. Escritura. Mis otras dos pasiones. Las tres se unen y forman una sola en una conjunción que sirve para dar la vida a muchos, y a veces incluso para quitársela.

¡Espera! ¿Dónde estoy? ¿Qué hago? ¡¡No!! ¿¿Qué me hacen?? Unos rugosas, férreas y fuertes manos manipulan mi pobre cuerpo. Dormí mal. Por eso me muero entero por fuera, de dolor. De dolor físico. Pero es pero este dolor interior, este dolor mental. Este dolor que me atormenta, este dolor que me devuelve al mundo real, que me hace tomar constancia de mí mismo. De mis últimos minutos en el mundo, en mi mundo. 

Ahora ya lo recuerdo: ''Muerte, muerte, muerte...'' retumba en cada centímetro de mi cuerpo. Me estremezco. Casi me caigo, si no me llegan a coger los dos corpulentos policías. ¿Policías? ¡No! ¡Son mis verdugos! A ellos miro ahora, Me encuentro su mirada fría. Ojos grises. No, blancos. Ojos impersonales.

Dicen que instantes antes de la muerte recuerdas toda tu vida. Yo, ahora, me presto a ello, buscando la causa de mi venidero asesinato. Nací en León el 20 de Marzo de 1996, mi santo es el 5 de Mayo y mi apellido, Varela. Crecí feliz y despreocupado, como un niño más. Jugar, comer, dormir, reír y llorar son los cinco verbos que rigen la vida de un niño. Yo no creo que esta sea la etapa más feliz de la vida: siempre creí que serían los veinte. Ahora sé que no los conoceré. Partiré antes. Cursé estudios en San Claudio y Padre Isla. No fui cien por cien feliz, porque es imposible, pero lo intenté. La Historia, las letras y el futuro tiraron de mí. Ahora la Muerte tira más deprisa.

Mirad: mi corazón late desbocado. Estas son mis últimas palabras. Me gustaría que se las llevase el viento. Y también que todos las que las oís ahora no os creáis nada de esto. No me asusta la muerte, pero me gusta ver vuestras caras mientras escucháis estas líneas. Pero eso sí: prefiero una muerte con dolor, señores verdugos.

Ángel.

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